Somos Mercurias | Cómo estimular tu creatividad con la técnica del Journaling
871
post-template,post-template-elementor_header_footer,single,single-post,postid-871,single-format-standard,ajax_fade,page_not_loaded,,qode_grid_1300,footer_responsive_adv,qode-content-sidebar-responsive,qode-child-theme-ver-1.0.0,qode-theme-ver-13.6,qode-theme-bridge,disabled_footer_bottom,elementor-default,elementor-template-full-width,elementor-kit-1081,elementor-page elementor-page-871

por Malena Cuppari

 

El journaling es una técnica milenaria basada en el ejercicio de la escritura de nuestros pensamientos, reflexiones y sentimientos. Michel Foucault se refería a ella como “un arma para el combate espiritual”. Es, sin dudas, una herramienta muy poderosa de autoconocimiento. Entre los miles de beneficios que están científicamente comprobados, el fortalecimiento de la creatividad es uno de los más notables. ¿Cómo puedo entrenar la creatividad escribiendo habitualmente? Te lo cuento a continuación, pero antes dejo una pequeña advertencia: todo lo que vas a leer en este post está basado 100% en una experiencia personal. No existe una forma correcta de escribir, ni mucho menos de entrenar la creatividad. Espero que mi experiencia te inspire a empezar la tuya.

 

Siempre me gustó escribir, desde que aprendí cómo se hacía. Pero una vez que terminé el colegio y me quedé sin consignas de literatura me sentí desconectada y dejé de hacerlo, hasta que empecé con esta técnica sin saber siquiera de su existencia. Empecé por instinto puro a escribir “sin rumbo” en una época en la que recién me había ido a vivir sola y a veces estaba angustiada y necesitaba descargar. Lo hacía sólo cuando me sentía realmente muy sobrepasada y, ni bien terminaba de volcar en una hoja todas las cosas que pasaban por mi mente, me sentía mejor. Todas las veces, sin excepción.

 

Durante mucho tiempo, mi experiencia con el journaling se basó solamente en esta metodología. Podía pasar periodos muy largos sin escribir pero siempre me llamó un montón la atención el poder que tenía para traer calma a mi mente. Años más tarde, empecé a consumir un montón de contenido sobre emprendedurismo, que a su vez me llevó a consumir contenido sobre productividad y creatividad. Acá es cuando empiezo a conocer al journaling como tal, sus beneficios y distintas técnicas. Me parecía fascinante pero no lo suficiente como para practicarlo todos los días.

 

No fue hasta principios de este año cuando una chica a quien le hice una mentoría me regala “El camino del artista” de Julia Cameron (¡gracias Feli!). Más o menos al mismo tiempo descubro un canal de Youtube que me empieza a acompañar un montón en mi proceso creativo como emprendedora, Amy TV (se los recomiendo mucho si entienden inglés). Amy Landino es la host de este canal en el que habla de productividad, morning routines, creatividad y emprendedurismo, todas cosas que amo.

 

Lo descubro justo cuando estaba por sacar su libro “Good morning, good life” en el que habla de morning routines (rutinas matutinas) y, por ende, casi todo el contenido de ese momento tenía que ver con esa temática. Resulta que uno de los indispensables de su rutina son las “páginas de la mañana”, concepto que inventó Julia Cameron en el libro que les mencioné en el párrafo anterior. No sé si fue una señal divina o qué, pero la “casualidad” de que una persona que me inspiraba tanto estuviera hablando de una técnica que se desarrollaba en un libro que me acaban de regalar, fue suficiente para intentarlo.

 

Julia habla de las “páginas de la mañana” como una técnica para encontrarte con tu artista interior. Es importante que entiendan que el concepto que se usa de artista en este libro no tiene que ver con alguien que está abocado al arte en sentido estricto. Artistas somos todes, no importa lo que hagamos, de todo podemos hacer arte. Ella plantea que hay una serie de cosas que podés hacer para conectarte con ese artista que vive en vos, y una de ellas, tal vez la más importante, son las páginas de la mañana. Consiste en levantarte cada mañana y, en lo posible durante la primera media hora de vigilia, escribir 3 páginas a mano alzada de cualquier cosa que se te venga a la mente. Sin agenda, escribir por escribir todos los pensamientos que estén dando vueltas en tu cabeza en ese momento. Es muy posible (y hasta deseable) que esos pensamientos sean negativos. Seguramente se compongan de cuestiones que te generan estrés, que te preocupan, que te dan bronca. Lo ideal es sentarte y “vomitar” todo en una hoja en blanco. El objetivo de estas páginas es que actúen como una especie de “tacho de basura mental” en el que tirás todos los pensamientos que te agobian. De esta forma despejas tu mente, dejándola lista para encarar el día despojadx de todo eso.

 

Las páginas de la mañana no son para desplegar habilidades literarias, no hace falta que escribas “bien”. Tampoco son para volver a leer, al menos no en el futuro inmediato, ni para mostrarle a amigxs, ni para dejar como un legado para tu posteridad, a diferencia de otras técnicas de journaling. Este proceso es nada más que para vos, para ayudarte a limpiar la mente y darle espacio al reinado de la creatividad en el día que está comenzando.

 

Seguramente estés pensando que 3 páginas es un montón, que no tenés tantas cosas para escribir, pero te aseguro que si realmente te sentás a escribir lo primero que te venga a la mente, las llenás enseguida. Es bastante parecido a una meditación, no se precipita el pensamiento a la próxima oración, simplemente fluye (igual nunca logré meditar, así que tal vez estoy mandando fruta sobre este punto).

 

De todas formas, soy de lxs que piensan que no está bueno seguir las reglas al pie de la letra y que esta técnica es solo una referencia, cada uno puede hacerlo como quiera.

 

Actualmente estoy escribiendo mis páginas de la mañana hace 8 meses, casi todos los días hábiles. Al principio seguía al pie de la letra todo lo que Julia y Amy me decían porque soy insoportablemente obediente. No me costaba mucho llegar a las 3 páginas la verdad, casi siempre lo lograba y no me llevaba más de 20 minutos como máximo. Durante todo ese tiempo fui cambiando bastante la forma en la que lo hacía y tuve algunos intervalos porque soy un ser humano.

 

Mientras tanto, seguí consumiendo muchísimo contenido de las temáticas que les mencioné anteriormente y me empecé a encontrar con que tanto la creatividad como la productividad son campos bastante estudiados por la neurociencia. Y así llegué a Brené Brown, una académica y escritora estadounidense, actualmente profesora e investigadora en la Universidad de Houston que dedicó casi toda su carrera a estudiar temas como la vulnerabilidad, el coraje, la vergüenza, y la empatía. En una de sus charlas (que está en Netflix) habla sobre la relación entre la gratitud, la alegría y la creatividad. Básicamente y a muy grandes rasgos, lo que dice es que la gratitud es un mecanismo que nos permite ser más vulnerables. A la vez, esto nos hace experimentar más alegría y, por ende, ser más creativos.

 

A partir de este insight, le empecé a prestar mucha más atención al tema de la gratitud y escuché, y leí a varias personas del palo de la neurociencia que hablar sobre esto. Sé que es algo muy charlado en materias más espirituales, pero la verdad es que soy cero espiritual, me encantaría poder abrirme un poco más pero me cuesta muchísimo. Por eso me sorprendí cuando me encontré con científicos hablando del poder de la gratitud. Investigué un poco y resulta que una de las técnicas más usadas para fortalecer esta práctica es llevar un “gratitude journal” (diario de gratitud) en el que anotas todos los días las cosas por las que te sentís agradecidx.

 

Lo incorporé por un tiempo a mis páginas de la mañana, escribía cuando terminaba 3 cosas por las que me sentía agradecida pero enseguida me dí cuenta que no me salía de forma natural, era super forzado. Tres oraciones que siempre eran parecidas, no se me ocurrían cosas nuevas y me repetía constantemente, así que dejé de hacerlo.

 

Hace poco (para ser sincera, menos de un mes) quise volver a incorporarlo. Tenía un cuaderno muy lindo que nunca usé guardado en el cajón de mi mesa de luz, y una noche de la nada me vinieron ganas de escribir, y lo hice. Empecé a escribir nuevamente “sin rumbo”, y me encontré hablando de las cosas buenas que me habían pasado durante el día y de lo agradecida que estaba por ellas. El ritual se empezó a repetir cada noche y podría decir que lo estoy convirtiendo en un hábito.

 

Esto también modificó mis páginas de la mañana, ahora son un poco más cortas. No lo planeé, simplemente se empezó a dar que los días que escribo a la noche no tengo tanto para decir a la mañana. De la misma forma que tampoco planeé que la gratitud me salga mejor de noche. A la mañana estoy muy concentrada en el día que empieza y me cuesta pensar en “gratitud futura”. En cambio, a la noche me sale naturalmente hacer un mini repaso del día y reflexionar un toque.

 

Si bien no sería cierto decir que me costó un montón incorporar este hábito, sí es cierto que no todos los días tengo ganas de escribir. La mayoría de las veces que me pasa esto, lo hago igual sin ganas y en el proceso me engancho. Otras veces me permito no hacerlo y ya fue, porque somos seres humanxs y no robots que hacen todos los días lo mismo (me costó mucho entender esto porque amo las rutinas).

 

Sin embargo, hay algunas cosas que me ayudan a tener ganas de hacerlo. Puede parecerles un poco superficial (y lo es), pero tener cuadernos lindos es un gran incentivo. Pasa lo mismo con las lapiceras, no hay sensación más gratificante que la de escribir con el trazo que te gusta. También trato de hacerlo cuando estoy sola, suelo levantarme un poco más temprano para tener ese momento conmigo misma y me acuesto más temprano con el mismo propósito. A veces me pongo música, a veces no, a veces prendo una vela.

 

Lo cierto es que desde que tengo esta práctica como hábito, me siento muchísimo más conectada con mi creatividad. Creo que es un ejercicio muy poderoso en muchos sentidos, concretamente el autoconocimiento que brinda el hecho de llevar un registro de cómo te sentís cada día es increíble. A mí me ayudó a controlar mis emociones, a entenderme mucho más, a perdonarme cosas y frenar un poco con la autoexigencia. Aprendí a felicitarme mucho, y también evitó muchas peleas con mi entorno cercano causadas por nervios o estrés de mi parte, porque fui capaz de canalizar todo esto en otro lado. Por supuesto que esto no significa que sólo hay que escribir y no hay que hablar. Pero la verdad es que escribir te ayuda a ordenar las ideas y a entender mejor lo que te pasa, y eso se traduce en una mejor comunicación.

 

Les propongo que le den una oportunidad a esta técnica, tiene muchísimos beneficios y muchas personalidades interesantes lo hicieron a lo largo de la historia: Virginia Woolf, la reina Victoria, Oscar Wilde, por nombrar algunxs. Para mí, hay tantas formas de hacerlo como personas en el mundo, y está bueno investigar técnicas y consultar otras experiencias para sacar ideas, pero al final, lo mejor es que elijas tu propia aventura y te animes a escribir un poquito todos los días a tu manera.

Últimos posts