Somos Mercurias | La ola #girlboss como nuevo mandato
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por Malena Cuppari

 

Hace bastante tiempo que varias campañas publicitarias nos muestran, en nombre del empoderamiento femenino, a mujeres en puestos de liderazgo en importantes empresas, emprendedoras exitosas y profesionales conquistando la cima de sus rubros. ¿Todas las mujeres pueden llegar a esos lugares? ¿Cuál es el costo? ¿Es un verdadero mensaje de empoderamiento o es un mandato más?

 

Lo que en los 70’s se conocía como el girl power tomó un giro hacia la última década para convertirse en la ola #girlboss (chica jefa). Este movimiento autodenominado feminista nos pone en relevancia de forma permanente a mujeres que logran todo lo que se proponen, haciendo especial hincapié en el éxito profesional y económico. Hasta acá, todo bien. El tema es que pocas veces se profundiza sobre el camino que tuvieron que recorrer estas mujeres. Pareciera que todo sucedió por arte de magia, además de sugerir de forma, a veces tácita y a veces explícita, que todo se debe a un triunfo individual y que no hubo terceros involucrados en el proceso.

  

El nombre de esta nueva tendencia sale del libro homónimo de Sophia Amoruso, fundadora de la marca de ropa Nasty Gal que nació en 2008 como una tienda en eBay y se convirtió en un negocio multimillonario en menos de una década. En 2016, Amoruso aparecía como la segunda más joven en la lista Forbes de mujeres que habían creado su propia fortuna, sólo superada por Taylor Swift.

 

Este libro titulado «#Girlboss» no sólo es la autobiografía de su autora, sino que también pretende ser una especie de tratado sobre la vida, pensado para empoderar a mujeres jóvenes y motivarlas para que tomen las riendas de su vida laboral. En 2017 Netflix adquirió los derechos de esta historia para producir una serie que anunció con bombos y platillos como una comedia feminista sobre el mundo de la moda.

 

La primera temporada de la serie muestra cómo Sophia (interpretada por Britt Robertson), una chica de 23 años que vive en San Francisco, construye poco a poco una tienda de ropa de estilo vintage en eBay. Hasta acá, ¿qué tiene esta serie de feminista? Poco y nada.

 

El mensaje de fondo en Girlboss pretende ser que emprender un negocio siendo mujer es un acto intrínsecamente feminista, algo que dependiendo de las formas y el contexto, sin duda podría serlo. El problema acá es que se pasa totalmente por alto el hecho de que la protagonista de Girlboss es una chica blanca llena de privilegios que no tiene ningún problema en enriquecerse a costa del trabajo de otres. Sophia es una caricatura de todo lo que despectivamente se asocia a los millenials: narcisista, egoísta e irresponsable, cuyo único objetivo es demostrarle a su papá que es capaz de ganarse la vida por sí misma. La verdad es que se trata de un personaje femenino desagradable. Ni siquiera funciona como crítica a las expectativas de género que fuerzan a la mujer a ser dulce y simpática con los demás, ya que su comportamiento la mayoría de las veces resulta bastante irritante e infantil.

 

El feminismo tal como lo vive Sophia, significa la conquista del éxito individual a través de logros meramente económicos. El dinero es sinónimo de felicidad, sin importar cómo lo gane. El mensaje encaja a la perfección en la lógica del positivismo tóxico de “emprendedores exitosos” que nos intentan vender a toda costa en formato de cursos, charlas, sesiones de coaching, etc.

 

Es importante aclarar que Girlboss no es el primer producto cultural que se intenta colar como feminista. Pero esta lógica sólo funciona porque las mujeres en las que se inspiran este tipo de historias parten de situaciones privilegiadas y eligen representar tan sólo los aspectos del feminismo más superficiales, que en absoluto desafían el status quo. Es un feminismo que no incomoda para nada y, en cuanto se escarba un poco, enseguida se llega a lugares que poco tienen que ver con el verdadero empoderamiento de feminidades. Sin ir más lejos, esta misma serie fue cancelada después de que salieran a la luz un montón de escándalos que la Sophia Amoruso de la vida real tuvo con ex empleadas que denunciaron que fueron despedidas ilegalmente de la compañía cuando quedaron embarazadas.

 

Yo soy emprendedora, y me encanta escuchar historias de éxito de otras mujeres, me entusiasma que me digan que puedo lograr todo lo que me proponga. Pero no me permito olvidar (o al menos eso intento) que en mi caso muchas de estas declaraciones podrían llegar a ser ciertas en alguna medida porque nací en una situación de privilegio. Siempre fui de clase media, en mi infancia con algunas dificultades pero nunca bajamos de ahí, soy blanca, vivo en la Ciudad de Buenos Aires, pude estudiar hasta un posgrado, soy bilingüe, no tengo ninguna discapacidad ni ningún problema de salud, soy joven, tengo un cuerpo que se encuentra dentro de los parámetros hegemónicos y la lista sigue. Ninguna de todas estas cosas me las gané yo, a todas pude acceder simplemente porque tuve la suerte de nacer donde nací.

 

Sin embargo, incluso las mujeres que gozamos de este sinfín de privilegios, a la hora de posicionarnos profesionalmente, tenemos que lidiar con la brecha salarial, el techo de cristal, el estigma de la maternidad y la carga de las tareas domésticas y de cuidado. Lamentablemente, es muy difícil crecer en el mundo laboral con esta cantidad de obstáculos. Entonces, decir que las mujeres podemos con todo no es más que una falacia que la ola girlboss intenta hacernos creer, tal vez con buenas intenciones, pero lo cierto es que sólo nos termina generando ansiedad por no poder cumplir con este nuevo mandato que se nos impone, porque no sólo tenemos que ser flacas, lindas, simpáticas, madres, y tener la casa limpia, sino que ahora también tenemos que ser súper exitosas laboral y económicamente. ¿Todo esto para qué, y a costa de quién?

 

Alcanzar este estereotipo de mujer exitosa es tan tentador como imposible. No podemos con todo, nadie puede, ni siquiera las que vemos vestidas de Gucci dirigiendo empresas en redes sociales. Pero si hay algo que el feminismo vino a instalar es el empoderamiento que nos brinda la lucha colectiva a través de la cual seguimos conquistando derechos que nos acercan cada vez más al objetivo de vivir en un mundo más justo para todes.

 

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